jueves, 1 de septiembre de 2011

España en el Corazón.

Pablo Neruda.

Preguntaréis:
¿Y dónde están las lilas?
¿Y la metafísica cubierta de amapolas?
¿Y la lluvia que a menudo golpeaba sus palabras llenándolas de agujeros y pájaros?

Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio de Madrid, con campanas, con relojes, con árboles.
Desde allí se veía el rostro seco de Castilla como un océano de cuero.

Mi casa era llamada la casa de las flores,
porque por todas partes estallaban geranios:
era una bella casa con perros y chiquillos.

Raúl, te acuerdas?

Te acuerdas, Rafael?

Federico, ¿te acuerdas debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde la luz de junio ahogaba flores en tu boca?

¡Hermano, hermano!
Todo eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles
con su estatua como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar. .

Y una mañana todo estaba ardiendo,
y una mañana las hogueras salían de la tierra devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo,
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños corría simplemente,
como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaria,
piedras que el cardo seco
mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran! .

¡Frente a vosotros
he visto la sangre de España levantarse para ahogaros
en una sola ola de orgullo y de cuchillos!

Generales traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo en vez de flores,
pero de cada hueco de España sale España,
pero de cada niño muerto
sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallaran un día el sitio en el corazón.

Preguntaréis por qué su poesía no nos habla del sueño,
de las hojas, de los grandes volcanes de su país natal?

¡¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver la sangre por las calles!!

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