jueves, 16 de diciembre de 2010

Y entonces aprendimos a recoger de entre las ruinas los restos del mundo humano.


Y entonces aprendimos a recoger de entre las ruinas los restos del mundo humano.
Los truenos del cielo no cesaban.
Caras negras por el hollín del carbón utilizado en los holocaustos masivos
de seres borrosos e insanos.
Tribunales llenos de sangre y entrañas esparcidas donde se juzgó
a un Cristo resucitado por el odio.

Nunca aprendimos a hablarnos entre nosotros.
El silencio es aún el cómplice del fin.
Pretextos bizarros que no aceptan un no, como respuesta.
Ataúdes vaciados por la vergüenza social.
Cascabeles de esqueletos que anuncian su llegada a la tierra prometida.

Desde antaño buscamos esos sonidos.
Hieren la piel, y estrujan las viseras.
No lo podemos evitar.
Hay sed y hambre.
Hay dolor y pena.

¿Dónde comenzó todo?
¿En ese árbol seco desde hace siglos?
¿O en las olas blancas y azules interminables como los ruidos de la cabeza?
¿O en el silencio que por primera vez escuchó un gemido?

viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Te has dado cuenta que todos los días llueve?

12 de noviembre del 2010.


Tal vez suene estúpido, pero así es. La lógica de la vida cotidiana cegada por el aburrimiento nos engaña tanto, que hemos dejado de ver y de escuchar verdaderamente. Yo lo aprendí recién, al estar adormecido de cansancio en el parque que está frente al departamento.

Inició como un cosquilleo en los ojos, un cosquilleo que forzó tallarlos tan fuerte y de tan prolongada manera que, al quitar las manos de mi rostro y abrir los ojos, noté un clima oscuro con nubes negras sumamente cargadas de rabia contra la tierra. De pronto, como si fuera necesario para lograr rescatar a la naturaleza de último minuto, cayó una lluvia de la nada, tan estrepitosamente, que sorprendió a todos los animales del parque.

A decir verdad, yo no supe qué hacer. No supe si correr como el resto de los hombres o quedarme allí sentado por primera vez no huyendo de las respuestas propuestas por la naturaleza. Miré a mí alrededor confusamente y el agua venía más y más sobre mi cabeza. Un aturdimiento recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Me paré en seco, caminé algunos metros y me posé debajo de un frondoso árbol.

Desde allí podía ver todo. El cielo unido a la tierra por el agua. Las cascadas cayendo por las casas a la vez que sonaban fuertemente al pegar con el piso. Los ríos sobre las calles que se llevaban restos de la miseria de la ciudad. Las gotas magníficas caían como complaciendo a la tierra. Fue un momento espectacular sin duda. La capacidad de asombro, estoy seguro, no se la vendo a nadie.

Acaso vi a unas pocas gentes con el pasar del tiempo. Huyeron como ratas a su escondite cuando son sorprendidas por sólo una brizna de aire. La humedad permeó mis sentidos y atascó mis poros. Mi nariz aspiraba el aire frío y humedecía mi garganta.

Todo era tan hermoso. Y lo más sorprendente es que si observamos detenidamente, puede llover todos los días.

Mientras tanto, yo estaré caminando largos tramos tratando de escuchar el silbido de viejos pájaros que alegraron lo pasos sensibles y pacíficos de mis antepasados.

martes, 26 de octubre de 2010

Dicha, silencio, susurro y consuelo.

¿Cuándo fue que aprendiste a volar sobre mis ojos e iluminar mi caminar? A expandir lentamente esas blancas plumas por entre los rascacielos de esta antiquísima ciudad. Una visión inigualable, sin duda.
Según me dijiste, ni caminar sabias. Ni amar podías. Ni arrollar pensamientos viejos sacados de mi mente simple.
Hoy irónicamente caminaste al volar. Caminaste al sentir las entrañas de la tierra y volaste para vigilar nuestra actuación para con ella.

Dicha, silencio, susurro y consuelo.

La noche cae lentamente y el sol se disipa en el horizonte rojizo como mis mañanas al abrir los ojos a tu lado.

¿Dónde llevar los restos que se escaparon por entre los dedos de nuestros abuelos?
Tanto tiempo estuvimos viendo sus manos maniatadas mientras jugábamos al héroe en la escuela. Era todo tan simple, todos eran tan buenos y generosos.

Hoy ni siquiera nos quedan restos a los cuales llorarles una tarde lluviosa bajo un paraguas totalmente negro. Sólo nos queda ese humo del que toda la ciudad está hartamente impregnada. Humo desagradable que irrita la piel y saca lágrimas bobas de los ojos.

¿Acaso los susurros nos han abandonado? Ya no hay algo que nos haga soñar con sexo apasionado, ya nada nos ata a la piel del otro.

Nacimos del fracaso, y lo otro o los otros nos redimen a lo largo del camino.

¿Por qué es tan sencillo que aparezcas en mis sueños?
Mi redención está en ti.  Conocí la verdad a través de la cobardía que me provocaste. Nací de ti por mis contradicciones y los papeles que representaba acurrucado en tus muslos. Actor fúnebre del amor común. Tarima tambaleante por el sobrecupo de los hermanos parias.

Todos han ya desaparecido. La noche y el frío los tomaron desprevenidos. Los tomaron cansados y tan hartos del sol, que cuando éste se fue, llegaron como Saturno y los engulleron al sonido de los vientos helados de la madrugada.

Mientras tanto, yo, aquí sentado, pienso en ti y en la forma como miras a lo lejos.

Bien, todo puede irse al infierno, ya he hecho bastante.

domingo, 17 de octubre de 2010

Toca mi rostro y moldéalo a tu ideal sin cesar.



Denle al vano el oro tierno
Que arde y brilla en el crisol:
A mí denme el bosque eterno
Cuando rompe en él el Sol.

Ella le prometió no viajar más por esas tierras calientes y antañas sin él. Le prometió estrellas cayendo de la noche como una vía láctea bebida de sus blancos pechos. El dolor desaparecer, la idea recobrar. Despertar juntos planearon durante meses, sonidos mínimos y caricias nocturnas.

Le prometió sueños salpicados de miel de sus enroscados cabellos rojizos. Sonrisas infinitas tomadas del pasado en blanco y negro. Le dijo palabras y las descompuso en sílabas que rimaban al final con morados tintes y aterciopelados tactos.
Sacudió su cabeza hasta dejarla pálida de ideas nuevas. Ideas impregnadas de amor y felicidad. Animales burbujeantes salidos de entre árboles inmensos, majestuosos y dignos padres. Tierras sembradas con pasión y tranquilidad por hombres pájaros que iban y venían en meses de llovizna intensa. Se elevaban rápidamente y miraban tristes la miseria desde lo más alto.

Él siempre le creyó todo. Esas melodías dispuestas por ella eran gotas de agua en el desierto del resto de la humanidad. Tejer telas para cubrir cuerpos, tocar pasos silenciosos para descubrir el tono preciso. Le dio la auténtica luz para luchar y la fúnebre oscuridad para descansar tiernamente en su regazo.

Ella le prometió callar esos restos de temor por pasados pregonados. Iniciar en blanco una hoja multicolor. Borrar huellas mal pisadas y cambiar la dirección.

Cantos armados desde las entrañas de la tierra él escuchaba salir de los labios rosados de ella. Acariciaba su cabello y le insinuaba olores que saciarían su sed. Notas musicales extasiadas al límite.

Sus jardines inmensos rociados con agua de mar de los dos grandes océanos. Mares chorreantes de sabores intensos como la saliva que emergían diariamente al sabor de él.

Ella escuchaba siempre atenta sus palabras tibias como las entrañas que él le recitaba sobre la cama:

Conozcámonos más.
Brilla tus ojos en mí.
Toca mi rostro y moldéalo a tu ideal sin cesar.
¡Forniquemos en los fríos climas, y paseemos por entre los árboles
para cubrirnos de los calurosos soles humanos!
Hoy nací en ti, en tus dulces palabras y en tu suave gemir.
Acaricia mis ojos cafés una vez más, dame la luz de la libertad plena.
La libertad que solamente la mujer puede dar en redención.

Y entonces él recordó sus pasos en esos lugares propios de los no-hombres. Sus pies rematados de infinitos colores eran esos susurros matutinos de los altos montes inalcanzables.

sábado, 9 de octubre de 2010

Ella solía susurrar palabras en mi oído.

Negras tormentas agitan los aires
nubes oscuras nos impiden ver,
aunque nos espere el dolor y la muerte,
contra el enemigo nos llama el deber.


Un día ella me dijo que los anarquistas son como una roca enorme cayendo por un peñasco. Yo no supe qué decir y decidí encender un cigarrillo y desviar mi mirada a la ventana de la habitación que compartíamos desde hacía un tiempo.

Después esa roca libertaria tomó real significación dentro de mí. Los pensamientos se descifraron y sacamos aún más a la luz. La fuerza de esa roca no teme a la profundidad de lo desconocido. La velocidad aquí no es alternativa, la fija la imaginación.

Ella sabía muy bien qué decir y cuándo. Ella solía susurrar palabras en mi oído por la mañana en esos lugares desconocidos por los hombres. Viajábamos libres por las páginas de los clásicos tomando café en la terraza. Sacudía mi cabeza y topaba cara a cara a mis detractores. Su aliento saciaba mi sed y me revitalizaba al instante de la pesadumbre de una vida sin sentido.

La caída de la piedra es violenta y crea estruendos que hacen gemir de dolor a los que buscan hacerse de su silencio.

Me dijo que sus amigos los anarquistas eran nobles y fuertes, sacudían prejuicios sostenibles sólo por la idiotez de lo irracional. Fumaban y bebían todos juntos por las noches desnudos en bailes paganos, sonreían del cansancio y notaban sus venas hincharse al acercarse el bobo.

Solíamos pasar horas y horas pintando telas de negro e imprimiendo panfletos para sus reuniones. Su pasión me hacía sentir mal por no ser contagiado por ella. Era tan complicado para mí. Tan imposible lo suyo.

A la piedra veloz nada la podía parar. Ni el hierro creado por el hombre, ni las rocas pequeñas con las que se topaba constantemente en su trayecto firmemente trazado.

También me contaba que ellos solían llenar las calles de banderas rojinegras y tapiar las puertas de los sitios funestos. Se sentía tan feliz de estar con ellos, que cuando los empezaron a extinguir, ella se marchitó como flor en un día soleado. Los cazaban como animales, los obligan a besar los pies de figuras religiosas. Se refugiaban esmeradamente y, sin embargo, sorpresivamente, eran encontrados por cientos y lanzados al infinito mar. -¡¡Traición!!!- gritaba sin cesar por la habitación arrancándose  mechones del pelo.

La risa, de pronto, fue llanto y desesperación. Ella ya no estaba conmigo, estaba lejos dibujando la A en una calle que no conocí. El café ya no le duraba y el cigarrillo le empezaba a provocar dolor de cabeza con sólo tomarlo entre sus dedos.

Empezó a dormir por largas horas, mientras yo veía su pelo negro cubrir su rostro pálido desengañado. Las abejas y las flores brotar no le fueron ya suficientes. Repetía constantemente que sus anarquistas irían por ella en la noche. Llegarían por el balcón, entrarían por la puerta corrediza y, sin despertarme, se la llevarían desnuda sobre sus hombros cantando una de esas canciones del 36 español.

Ya no quería salir a confrontar a nadie, su hablar se viciaba y su pluma se esfumó. Un día ordenó nuestros libros, regó sus flores del balcón y salió con un pequeño morral lleno de hachís y tabaco sin decirme algo. Al instante supe que ella no regresaria más.

Bien a bien, yo nunca conocí a esos anarquistas. Parecían convencidos de que no hubiera ni dioses ni amos. Tal vez por eso fueron perseguidos, porque su ruido al caer destrabaría las conciencias de los hombres.
Yo creo que ella todavía me recuerda, y la forma en cómo la miraba a los ojos. Las calles por las que ella quería andar no eran ya éstas que están afuera de esta oscura y muerta habitación. La roca cayó y cumplió asi, su deber..

Ella desapareció felizmente con ellos silbando melodias libertarias y fumando su hachís.

viernes, 8 de octubre de 2010

Y entonces aprendimos a escucha entre las olas del mar...

Y entonces caminamos por largos periodos a través de mundos desconocidos rodeados de gritos y gemidos de seres atrapados en las inmensidades del olvido. Sus siluetas se disolvían cuando les ponías un poco de atención. El olor que despedían atascaba espantosamente el olfato y provocaba un vomito fugaz.

Por esto, el paso debía ser bien planeado, sin mirar a los lados y situándonos como una neblina espesa y trémula que se disolviera en el mínimo intento de sobresalir de la generalidad.

Eso intentamos sinceramente, los pasos pasos no eran y las respiraciones respiraciones no eran. No pudimos ser apariencias, ni fingir actitudes, malos actores de una obra con infinidad de máscaras sin expresiones gráficas ni tangibles.

Y entonces aprendimos a escucha entre las olas del mar. La espuma salada chocaba con gemidos y se volvían uno al toparse cara a cara ferozmente. Ahora sabemos distinguir elemento y pasión. ¿Pero acaso eso sirve de algo?

Esos temblores que sacuden ciudades enteras son creados por los gritos, los gritos de miles de años de dolor, de rabia irremediable de esos seres extraños para nosotros. Sombras, cacareos y disfraces.

Ya no llueve en las entrañas. Esas vísceras están tan secas que crujen al andar. Se desmoronan rápidamente al correr para escapar de máquina asesina de hígados y pulmones. Esa máquina que refresca y calma el ansia. Consume poco a poco y otorga una libertad plena. Dependiente de la libertad. Un arma en la cabeza disparada por el mismo instinto de vivir.

La tormenta es un recuerdo que sólo la tierra puede extrañar. Nosotros, en cambio, nos percatamos, la medimos, pesamos, inspeccionamos y la palpamos como si ésta no existiera en verdad. Ideas propias de imbéciles que necesitan pruebas de esa humedad que solamente ella sabe dar.

Y empezamos a pensar que el caminar es tan cansado, y que en realidad él no nos lleva a ningún nuevo lado. Pisar pisos pasados parece tan aburrido y cotidiano. Es hora de renunciar a morir, y lograr sacudir corazones recién paridos de la razón.

Desaparezcamos dejando un rastro fácil de seguir. Un rastro de miles de brechas. Una idea fácil de moldear y actualizar. Aquellos que reniegan de la muerte son Hidalgos, valientes y muertos irónicamente al final. Nacieron con una daga en brazo y la acercaron conscientemente a la yugular que da muerte fina, la muerte nihilista.

jueves, 7 de octubre de 2010

Los Crudos - Unidad Prohibida!!!






¿Por qué yo siento que me ahogo?
En esta lucha sigo en mis pasos
pero me tropiezo con los pies de otras personas.

Quieren que nos dividamos
entre nacionalidad, color de piel
entre las clases y tambien el sexo
que alguien se piense mejor que el resto del mundo

Y nunca aprenderemos
¡abre los ojos!
todo pasa por una razón
siguen jugando con tu mente
fabrican cerebros de odio
y siempre te vas a encontrar
tratando de escapar de la trampa
la sociedad arma la trampa
y te espera para convertirte
y juntarte con los restos de las victimas
que no se dieron cuenta de las mentiras
y crimenes de la vida

Y como dije ya estoy harto
a mi no me importa de qué color es tu piel
de donde vienes...

si sos GUATEMALTECO, MEXICANO,
NICARAGUENSE, SALVADOREÑO, HONDUREÑO
PORTORRIQUEÑO, CUBANO, PANAMEÑO,
DOMINICANO, COLOMBIANO, VENEZOLANO, ECUATORIANO,
PERUAÑO, BOLIVIANO, BRASILERO, CHILENO,
PARAGUAYO, ARGENTINO, URUGUAYO, NORTEAMERICANO,
AFRICANO, ASIATICOS, EUROPEOS

No hay excusas, estamos juntos
si no, terminamos vencidos!!

domingo, 3 de octubre de 2010

El sentido pierde la razón al balbucear tu figura...

Tu figura estaba marcada finamente por las sábanas delgadas. Eras como una escultura inconclusa de mármol que sobresale de la nada creadora.

Blanca sábana, blanca tu piel, leche clara, pelo de miel.

El pasarte los dedos por tus dos pieles era conocer la realidad del tacto. Escuchaba tu respiración como una canción hipnotizante que me persuadían a dormir para siempre y renunciar a todos. Callar por siglos, callar hablando como parar andando. El sentido pierde la razón al balbucear tu figura decorada con pistas de un mapa que irremediablemente lleva hacia la locura.

Y de pronto salí de allí y llegó el silencio ensordecedor. Calles exteriores habitadas por sombras que huyen de los pasos seguros. Caminatas nocturnas en medio del todo solitario. Gemidos de orgasmos en plena calle. Lubricante derramado por las rocas de las esquinas frías de un lugar apartado en una esquina del lago viejo e inmenso. Agua de lago lleno de sangre de holocausto de antaño. Si se pone atención, a lo lejos en las noches, se escuchan gritos como canciones armónicas de dolor. Muerte y muerte, aquí, en este lago eso es.

Calles interiores impregnadas de dolor, paredes trémulas de miedo a caer en el olvido, al desintegrarse una a una con la fuerza del sordo poderoso.

Callamos durante años y las cosas inhumanas seguían pasando. Saciaban su hambre con los pedazos de dignidad que brotaban a cuentagotas por la tierra fértil. Esas cataratas engañaban de sobremanera, atascaban los ojos con ideas agudas que sólo tapaban con un dedo el sol arrollador.

¿A dónde ir? Nos preguntábamos uno a uno al ir barriendo pensamientos. Sacudiendo imposiciones y purificando actitudes.

Y ellos vomitaban adornos cautelosamente para que no los notáramos. Colores difusos distraen los sentidos. Sacudiendo objetos, minando mentiras y bebiendo dulce cicuta.

Y en medio de todo esto: tu voz, sonoro alimento de compasión. Habitad de la utopía, refugio del paria y descanso mío. Sacúdeme la realidad y muéstrame los verdaderos colores.

lunes, 9 de agosto de 2010

Mientras tanto, yo no dormía, vagaba en ese limbo...

LXXI
No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueño.

Las ideas que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
poco a poco en su danza se movían
con un compás más lento.

De la luz que entra al alma por los ojos
los párpados velaban el reflejo;
mas otra luz el mundo de visiones
alumbraba por dentro.

Gustavo Adolfo Bécquer

09 de Agosto del 2010.

Los sueños duelen tanto, al despertar. El canto de los pájaros de las frías mañanas es el gritar irritante de la realidad. El olor entra despacio y penetra mis poros cuando ni siquiera he abierto los ojos plenamente. La pesadez de un día normal con gentes normales me ata justamente a la suave cama de roca.

Pero antes de este odioso despertar, escuché tus pasos sigilosos en medio de ese sueño confuso que sólo otorga una vida desperdiciada. Yo no te quise hablar, eras tan lejana, no te sentía allí vivir en mí. Representabas, según creo, el ideal de todo hombre como yo. Representabas el valor y la virtud, propia de las mujeres, como instrumento para lograr la felicidad y sobre todo, la paz entre los hermanos.

Tomé mis recuerdos, vi tu tez clara, y di marcha atrás a un campo lejano y húmedo.Yo no busqué paz lejos de ti. El caos cotidiano y la mentira constante no nos tocaron.

Corrí buscando la respuesta, y esta estaba nada más en el mirar fijo al suelo lleno de barro negro. Callé durante días, la luz y la sombra me iluminaban indiferentemente. Pasaba frente a ti con la vergüenza del ciego y el orgullo del incauto.

Hoy no puedo vivir sin ti. Las calles son sonidos tan distantes si no tengo tus oídos. Murmuros simples y cotidianos marcan mis pasos trémulos. Hoy quisiera estar en ti, sentirte suave y acariciar tus tersas mejillas.

Risas y llantos, son esta tierra. ¡Tanto hemos sufrido! ¿Por qué nos ultrajan nuestros hermanos? ¿Por qué duele tanto ser y no parecer? ¿Por qué es tan complicado ser y no perecer lentamente?

Recuerdo muy bien tu mirada en medio de esa confusión que nos da la nada. Pero, ¿Cómo describir algo así? ¿Cómo decir que tu mirada es una luz infranqueable de ideas hermosas? ¿Cómo explicar la paz que emana inagotable de tus ojos oscuros mientras miras detenidamente los bosques a lo lejos? Es como si sacudieras mi mundo tan solo por mirarme detenidamente por un par de segundo. He expirado mil veces de orgasmos al sentir tu aliento tibio chocar con mi cuello mientras estamos en la oscuridad de una habitación perdida entre mil más de la ciudad.

Y entonces de pronto, sin percatarme del todo, te acercaste, hablaste a mi oído y me dijiste lentamente: -Yo siempre estaré a tu lado- y vi tus ojos y la luz morada que proyectaban a los míos. Sonidos bruscos recienten las ondas de tus pasos. Y calló el sonido primero, y después cayó mi patético mundo en pedazos a tus blancos pies tatuados de signos indescifrables.

Eras difusa allá adentro. Eras un ser con atributos míos y tuyos a la vez. Una quimera agitada por el desconcierto de no entenderse ni sentirse a sí misma. Una briza fría que se topa cara a cara con una caliente y se rechazan en el instante mismo de sentirse llegar una a la otra.

Siempre que te presentas en mis sueños bobos eres así. Allá no existes si es que no eres parte mía. Aquí existes sabiendo que no me perteneces por ti misma en lo absoluto.

En los sueños los colores se matizan y logran un fondo tranquilo que nos permiten sentirlos como parte íntegra de la situación que se nos presenta en este limbo irreal.

Mientras tanto, yo no dormía, vagaba en ese limbo...

sábado, 17 de julio de 2010

Aquella madrugada del año pasado nos sucumbió



17 de Julio del 2010.

De muy niño escuché hablar de ellos.
Son del Sindicato Mexicano de Electricistas,
Un Sindicato de verdad -me dijeron-
Años después, marcharon frente a mí 
en los sucesos del 99,
durante esas tormentas aplastantes y
recorriendo avenidas colmadas de utopistas.

Mi hermano me jaloneó
No te salgas del cordón- me dijo-.
Tal vez ese cordón era un símbolo para él.
La vida fuera de él es una pesadez.
Ahora lo entiendo, hermano.

Con el tiempo, ese cordón desapareció.
Creció en mí esa Digna Rabia
y su obvio germen precursor de esperanzas.

Mi hermano dejó de salir a las calles conmigo.
Ahora está encerrado en su habitación
lamentándose de esta vida maldita
que lo fastidió desde joven.

Ya no hablamos como antes.
Ya no jalonea por lo nuestro.
Es una sombra de su pasado.
Un grito de rabia perdido
en las tardes calurosas de la ciudad.

Tardé largas discusiones e ideas frustradas
para darme cuenta que en realidad
no es un desertor de lo nuestro,
más bien está abrumado de este país.
Y no está dispuesto a cargarlos a la espalda.

Él me veía ataviado de consignas,
gritándole a la policía frente a la casa,
pintando paredes escondidas con rabia
y dibujando a los maestros
en muros olvidados por la civilización,
porosos espectadores de la inminente caída.

Nunca me dijo nada de lo que amo.
Renunció a mí, o tal vez me pasó la estafeta.
Nunca lo sabré.

Las cosas que nos unían ahora nos separan.
Pese a que las vivimos igual,
ahora somos tan parecidos pero tan diferentes.
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Lánzame esa pelota hermano
-Le gritaba yo de niño-
mientras jugábamos en el patio.
Ahí, dentro del mundo
en blanco y negro en el
que no nos pasaba nada.

El tiempo estaba detenido,
Todos juntos sufriendo pero intactos.
Ahora vivimos la pesadez de no regresar.
Esa pesadez que maldice al rápido tiempo.
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Aquella madrugada del año pasado nos sucumbió.
El gobierno había tomado su trabajo.
La planta de luz estaba rodeada de
policías con escudos enormes,
absurdas armaduras de plástico
y garrotes prestos.
Parecían asustados y temerosos 
tras sus cascos enmicados.
Estúpidamente temían una
fugaz rebelión del Sindicato.

Él salió disparado hacia allá.
Pero no había nada que hacer
40.000 trabajadores lanzados
a la calle de la noche a la mañana.
Esto es, ni más ni menos, la democracia.
Al otro día estábamos llenos de rabia
Y dolidos por el festejo de otros.

Eso era el inicio de lo peor.
Ahora los habían convertido
en los enemigos número 1 del país.
Los emisarios del poder
los señalaban, los evidenciaban
y buscaban su inmediato extermino.

Voceros gritando con espuma en la boca.

-¡Haraganes, lacras, parásitos!-
Les exclamaban cuando se
movilizaban por las calles.
-¡Se lo merecían!-
Gritaban rabiosos los asalariados
desde sus patéticos autos.

Gemían como ratas los empleados de la ciudad.

Mi hermano y sus compañeros no les respondían.
Tal vez no lo podían creer.
Eso no se puede creer.

Mi hermano se cansó
y dejó todo por la paz.
Ahora está sentado en su habitación
recordando las enormes columnas,
el ruido ensordecedor,
y las charlas por la mañana
a lo largo de los amplios pasillos
de la ya desaparecida Compañía de Luz...