martes, 21 de julio de 2009

Su tez blanca salpicada por eternas estrellas.

Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá!
Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.
Amor Eterno. Gustavo Adolfo Bécquer.



13 de julio del 2009


El que no sabe habla mucho
aquel que sabe habla poco
por eso, a la que yo quiero:
me basta verle los ojos....
Que sí, que no, lo mismo me da. Facundo Cabral.
Poco a poco se acerca en el horizonte el invierno. Esa dulce sensación de irse el tiempo del agua sobre nuestras cabezas y empezar esos fríos que endurecen la piel y nos obligan a cobijarnos más y más al irse acercando la oscura noche. Para no irme muy lejos en mi relato, ayer mismo entraba una brizna helada por la ventana a medio abrir. Yo, recostado sobre mi cama, intentaba entender un texto, pero no podía, lo frustrante es que era un texto demasiado sencillo, demasiado sencillo como para crearme problemas. ¿Por qué entonces mi confusión? Pues porque yo no estaba ahí, estaba cerca de ella. Iniciamos…


Sabes, me empecé a imaginar su sonrisa y la forma hermosa y tierna con la que caminaba un día, que con un grupo de amigos, buscábamos un taxi a altas horas de la noche. Caminaba ligera y de una forma altanera. Sus manos metidas en un suéter me marcaban confianza, seguridad. Creo que allí me enamoré de ella. Sus rasgos jamás los olvidare, tez blanca salpicada por eternas estrellas que empañan sus pómulos y saturan su respingada nariz. Su sonrisa y sus dientes sobresalen como una manera de no poder minimizar su contento, su felicidad al sentirse querida por alguien como yo. Sus pies blancos como el hielo coronados con uñas pintadas de rojo que noto inmediatamente cuando usa esas hermosas y encantadoras sandalias, me vuelven loco; me hacen pensar en lo puro de sus pasos y en lo lejano que me siento de ellos a veces.


Siempre suele irse sin voltear atrás. Ese pequeño regalo tal vez nunca lo tenga. He pensado mucho acerca de ella. Cosas que ninguna otra mujer me ha hecho pensar. Creo que es la primera mujer por la que daría todo por saber qué es lo que tiene en la cabeza. Pero no para hacer esas bajezas de manipularla propias de hombres estúpidos que solo buscan entender para controlar, sino para saberla, para conocerla de una manera que la aliente, que la sacuda, para internarme en sus profundas cavidades encefálicas y sacar los atascos que tanto la afligen.


Qué más podría pensar un joven-viejo como yo. Mi vida al transcurrir el tiempo se ha nulificado en una postura simple, burlada y odiada. No puedo pedir más a aquellas personas que no saben de lo que les hablo, no sueñan, son realistas; no se alimentan, solo se sacian; no conversan, solo imponen.


Parece que dentro de unas horas el cielo se tornará claro y de él se desprenderá una baja pero moderada temperatura. La espero impaciente, aquí, sentado frente a mi ordenador pensando palabras y escribiéndolas al por mayor. Me imagino sus pasos en esa tierra lejana. El sol, los colores y sus pies blancos pisando tierra vieja, tierra de antepasados. Seguro estará negándose fumar un cigarrillo y terminará venciéndose. Quisiera poder oler lo que ella huele allá. ¿Qué será? ¿Humedad con partículas de carbón? ¿O ese olor a madera que atasca los pulmones a las gentes que no estamos acostumbrados a su presencia? No lo sé. Solo ella lo sabe. Esos pasos que da a mi me tocarán mañana y será más lindo saber que ella ya los pisó.

Escucho sus pasos al regresar, yo sé como regresar con ella. Yo conozco esa expresión de por fin estar en casa con la familia, los amigos y el novio.


El aire frio se cuela por mis pulmones y me muestran lo irritado de ellos. Estoy tan cansado de fumar, de verlos fumar y de no poder resistirme a uno más, solo uno. Pero, déjame decirte, la sensación de cómo se filtra el tabaco en los pulmones no la cambio por nada. Es una experiencia momentánea, y tal vez por esto, es magnífica.


Es como estar a su lado, sentirla por unos momentos, sentir el rozar de sus blancos pechos sobre mis hombros cansados de llevar a las gentes a cuestas. Respirar su olor y la delicada forma como inclina la cabeza cuando intento oler su cuello. Fumarnos ese cigarrillo empedernido y platicar de cosas que solo ella y yo entendemos.


Sabes, su nombre en el antiguo idioma hebreo significa: El padre salta de júbilo o Fuente de alegría. Ni dudarlo…

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