viernes, 6 de febrero de 2009

El Dios Dantesco.

09 octubre del 2007.


Las luces de la recámara se apagan por la noche, cierras los ojos y empieza el viaje, ése viaje que jamás imaginaste que pudiera pasar hoy mismo, hoy cuando toda fortificación cae ladrillo a ladrillo como la ideología que antes ni siquiera habías entendido.


Sueles caminar por tus sueños como si fueras el amo y señor del mundo, y a la vez vuelas de aquí para allá, dialogas con hombres ilustres y fornicas con la rubia de tus sueños, esa que durante años concebiste como representante todo lo que odias, pero que en el fondo deseas como nada en el mundo. Eres un hombre lleno de contradicciones, pero ¿quién no? ¿Tú eres perfecto lector?


Vuelas por valles fabulosos, húmedos y verdes. El olor es casi inconfundible, ese olor que te remite al pasado, cuando corrías sobre el pasto mojado en el pueblo de tu madre, un pasto largo y frondosos árboles te guiaban a través del bosque mágico que es la niñez. Recuerdas, también, como si fuera ayer, la fina luz que se filtraba entre los ahuehuetes y te calentaba la frente pálida y de pronto, se recorría y te daba en los ojos y, por un momento, sólo por un momento, lograbas ver al dios que se le presentó a Dante en el cielo. Hoy, ya no eres pálido ni dios se te ha vuelto a presentar jamás, seguramente por tus blasfemias adolescentes en contra suya. Es lo justo diría yo.


Un mundo caníbal abajo, donde se devoran todos poco a poco mientras gimen de dolor, y a la vez de gozo, por saber que pronto todo acabara para todos. Cierras los ojos y en la oscuridad aparecen figurillas que saltan por todos los lados al difuminarse la luz. Suspiras y sale tu alma que se posa delante de ti y te hace una mueca a la vez que huye dejando un olor a sudor femenino. Es el principio del fin, las alas poco a poco se despluman como nieve que cae sobre la tierra, que al tocarla gime de excitación porque alguien desea hurgarla, porque alguien desea depositar su semilla fecunda y crear a un hijo de ella: un ser utópico.


¿Pero has pensado hacia dónde vas? La ignorancia te hará decir: ¡qué importa! Pero solo vuelas en círculos viendo las caras de extrañeza de los indígenas del pueblo que desde niño te parecían tan ajenas, un maldito otro mundo, descalzos, hambrientos y con una mirada perdida que decía a gritos ¡ayuda por favor, por el amor de dios!


Los signos pintados en los ejidos, que ves desde los cielos, son rutas de descenso para los viajeros, para los quiméricos que se cautivan y desean viajar por los cielos por la eternidad, una eternidad digna de vivir, sí, una eternidad con Moro o Erasmo o Dante. Tus alas nuevas no son de cera, son de hojas de libros que impulsan la imaginación y que no se incendian cerca del sol, no, es más, lo desafían, lo hieren y lo humillan…


Pero de pronto te sientes muy cansado, muy agobiado de no poder ya tocar el suelo y arrastrarte en él, las alas solo quieren descansar, ya no saben de utopías o de conversaciones largas con viejos sabios hombres ¡Basta!. Todo de pronto vuelve a su origen y el sol empieza a entrar sin invitación por la recámara, abres los ojos y hay que pelear también hoy por poder dormir tranquilo en la próxima noche…

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